jueves, 28 de noviembre de 2013

11 Obras invitadas en torno a Picasso

¿Es posible contextualizar la obra de Picasso con Ingres, Magritte, Rodin y Degas entre otros?
Sí, el Museo Picasso de Málaga organiza dentro del programa de su X aniversario, la exposición "Once obras invitadas" en colaboración con colecciones francesas.
 
Picasso está relacionado en esta exposición con artistas hacia los que profesó un explícito respeto y admiración.
La muestra no está organizada cronológicamente sino, más bien, con un criterio estético y semejanza entre los artistas, ya sea por composición, color o temática.
 
Picasso fue el primer artista vivo en exponer sus obras en el Museo del Louvre, este hito lo recoge el Museo en un panel en el patio del edificio, con una foto del público en la exposición de 1971 observando la obra Arlequín sentado realizada en el año 1923.

En la exposición encontramos una obra 'invitada' por sala con una obra de Picasso, con la que conecta especialmente.
 
En la primera sala encontramos un maravilloso retrato realizado por Edgar Degas a Marguerite, su hermana, aunque no es la temática que más solemos recordar del maestro de las bailarinas, capturadas en un instante casi fotográfico.
Acompaña a esta obra un retrato de Olga Khokhlova.
 


En la segunda sala nos sorprende una escultura inusual en el museo, Deméter, con la cual encontramos un gran parangón con Madre y Niño del maestro Picasso en 1921.

 
Realmente es impresionante como una obra pictórica y una escultura puede asemejarse, tanto en la postura de la figura femenina como en el tratamiento que da Picasso a los pliegues, que parecen rígidos. También llama la atención el tamaño desmesurado de ambas.
 
Citas que podemos encontrar en la exposición:
"Los exégetas de Picasso han insistido en estas matronas monumentales y la estatuaria"
"Hacia 1905 Picasso frecuenta las salas de arte antiguo del Louvre"
 
En la tercera sala vemos muy bien acompañada la obra Picador con la nariz rota (1903) con Hombre de la nariz rota de Rodin en 1865.

 
En ambas podemos destacar la expresión serena y capturada de un instante.



En la cuarta sala encontramos una obra de Juan Gris, El tapete azul (1925).
 
Esta obra puede verse perfectamente reflejada en Naturaleza muerta geométrica con partitura realizada por Picasso en 1921, año en el que también, como hemos señalado anteriormente, hizo Madre y niño y es sorprendente la diferencia estilística entre ambas.
Juan Gris coincide con Picasso a comienzos de 1900 y se traslada a Bateau-Lavoir, donde Picasso tenía su taller.

En la quinta sala, siempre llama la atención la obra Mujer con brazos levantados, que inspira en cada espectador una sensación diferente, desde una mujer que danza plácidamente hasta una mujer que corre atemorizada.
Aunque la obra con la que la vemos comparada, en un primer vistazo, no tiene aparentemente mucho que ver, cuando nos fijamos la composición es bastante similar, Odalisca con bombachos rojos realizada por Matisse en 1925 también tiene el brazo levantado, así como la posible división del fondo en paneles verticales como en el caso de la obra de Matisse.
 
En la sexta sala encontramos una obra de formato reducido, pero no por ello de menor importancia, considero que es la obra que mejor contextualiza la relación entre ambos artistas y obras.
Las tres bañistas de Paul Cézanne se enfrentan a Bañista de Picasso en 1971.
Picasso, que había analizado y estudiado minuciosamente la obra de Cézanne, utiliza recurrentemente la temática de la bañista.
Destacan entre las dos las tonalidades verdosas que predominan en las dos versiones de una escena parecida.
"¡Si conoceré yo a Cézanne! ¡Ha sido mi solo y único maestro!"
(Cita en la exposición)
 

En la séptima sala comparamos una obra de Julio González con una escultura de Picasso, Hombre cactus II con Jarrón con flores y plato con pasteles. Como señala el propio museo en una cita que acompaña a las obras, Picasso aprende de González los secretos de la forja en metal, y reseña que incluso llegan a trabajar juntos.

Por supuesto esto se refleja en ambas obras, con materiales reutilizados, y punzantes clavos que dan un toque muy especial a esas flores de Picasso, de las cuales sus 'pétalos' son directamente espinas.
Octava sala, un sorprendente lienzo de 32 x 43 nos adentra en el manierismo, Ingres con su obra Júpiter y Antíope se contrapone a Susana y los ancianos de Picasso en 1955.

Las obras, similares en cuanto a composición, son completamente opuestas en estilo.

Y aunque la temática no es la misma, también en la de Picasso observamos dos figuras que parecen observar a la protagonista principal, y ante las que ella parece no darse cuenta.

En la novena sala, un rinconcito muy especial del museo, volvemos a encontrar un retrato de Olga Khokhlova, pero esta vez no está acompañado de una obra de Degas sino del maravilloso retrato de Zélie, también hermana de su pintor, realizado por Courbet.

No podía faltar parangón con el primogénito de Picasso, la obra Retrato de Paulo con gorro blanco (1923) encuentra fiel compañero en Busto de Coco realizada por Auguste Renoir en 1908. Los dos son retratos infantiles, con un gesto común, la inocencia y dulzura de un niño.

Volvemos, por otra parte, a encontrar este enfrentamiento entre escultura y dibujo o pintura, como vamos a encontrar ya en la última combinación de la exposición.
 
"Cuando moría un artista que admiraba especialmente, como había sido el caso de Renoir en diciembre, Picasso solía considerarse a sí mismo como heredero de la visión del difunto[...]" (Cita en la exposición)


Llegamos al final del recorrido, sala undécima, ¿no habéis echado de menos ninguna temática de Picasso?

Pues sí, se despide la exposición con un guiño a España, al toreo. Édouart Manet realiza esta obra, Corrida de toros, que vemos acompañada de una escultura de pequeño formato Toro echado. En la obra de Manet es el caballo el que nos sobrecoge con su caída, aunque no está menos cargada de fuerza, en un tamaño tan reducido, la obra de Picasso.



Picasso, el maestro de las mil caras, los mil estilos y las mil sorpresas, nunca nos deja impasibles.

viernes, 1 de noviembre de 2013

La cripta, el barroco mas tétrico

La cripta-panteón de los Condes de Buenavista se encuentra en la parte baja de la Basílica y Real Santuario de Santa María de la Victoria.

Podríamos decir que es la mejor representación tétrica española, es todo un altar donde se rinde culto y respeto a la muerte.

La iglesia se encuentra erigida en el lugar en el que estuvo el campamento militar de Fernando el Católico hasta 1487, cuando fue tomada la ciudad.
La construcción actual data de 1703, cuando fue inaugurada, ya que se tuvo que demoler lo que quedaba de la anterior para poder reconstruirla.

Era conocida la devoción del Conde de Buenavista por la Virgen de la Victoria, por lo que decide financiar las obras de reconstrucción construyendo un pórtico, una torre-camarín y su propio panteón de reposo entre otras intervenciones.

La cripta es de planta cuadrada en el centro hay una columna que es el único pilar, que conecta el centro de la cripta con el suelo, esto supone la transición del conocimiento real al divino.

El maestro escultor que realizó toda la iconografía y la ornamentación, era amigo del Conde, y fue traído por él mismo desde Madrid para realizarla.

La ornamentación de la cripta está realizada mediante yesería sobre fondo negro, acusado por las humedades.
Es todo un programa iconográfico entorno a la muerte.

La muerte enmarcada en los lunetos superiores sostiene un espejo, mirándose como un esqueleto bello y un "tambor" que podría indicar las procesiones medievales, iluminadas con velas.
En medio una insignia con forma de heráldica.
En otros lunetos los esqueletos sujetan relojes de arena haciendo alusión al tópico latino Tempus Fugit, refiriéndose a la fugacidad de la vida y su transcurso imparable.

Otra iconografía muy utilizada en la cripta es la figura humana que no quiere ver la muerte, se tapa la cara con las manos pero la muerte lo toca con su dedo esquelético.


En algunas de las escenas se introduce paisaje mediante árboles. Una de las más características es el árbol del pecado original, en el que en su base hay una trampilla hacia donde dirige la muerte a Adán y Eva.

En el altar central encontramos un frontón partido por un esqueleto que sostiene la balanza de la vida, la justicia de la muerte.
En la parte superior a su lado unos ángeles que intentan parar a la muerte con su llanto y símbolos como las flores de la primavera de la vida.

En las dos columnas jónicas de los lados encontramos las figuras casi esqueléticas y mortuorias de Adán y Eva con sus manos puestas en calaveras. En la parte inferior dos esqueletos tocan con la muerte a un bebé sano.

La muerte no deja indemne a los niños, son diversas las alusiones que se hacen a la muerte infantil en sus paredes, como un bebé, a las puertas de su vida, que es portado por la muerte al otro lado.

En el lateral de la cripta, en la pared que conecta con la basílica directamente, encontramos los dos sepulcros de los Condes en posición orante, en la plenitud de su juventud, se puede decir que son las dos únicas figuras  "vivas" de la composición, que desprenden vitalidad. En la parte posterior de las figuras tienen unos doseles, con pliegues realistas, de los que tiran dos figuras mortuorias.

Se puede decir que la cripta del Santuario es uno de los monumentos más desconocidos de Málaga, pero es uno de los mejores barrocos fúnebres de España.